domingo, 15 de noviembre de 2015

La profecía autocumplida


Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. 
Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. 
Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: 
"No sé pero he amanecido con el presentimiento que algo muy grave va a sucederle a este pueblo". 

El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: 
"Te apuesto un peso a que no la haces". 
Todos se ríen. El se ríe. Tira la carambola y no la hace. 
Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla 
Y él contesta: "es cierto pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo". 

Todos se ríen de él y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mama, o una nieta o en fin, cualquier pariente, feliz con su peso dice y comenta: 
-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto. 
-¿Y porqué es un tonto? 
-Porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo. 

Y su madre le dice: 
- No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen. 

Una pariente oye esto y va a comprar carne. 
Ella le dice al carnicero: 
"Deme un kilo de carne" y en el momento que la está cortando, le dice: Mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado". 

El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar un kilo de carne, le dice: 
"mejor lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar y se están preparando y comprando cosas". 

Entonces la vieja responde: "Tengo varios hijos, mejor deme cuatro kilos..." 

Se lleva los cuatro kilos y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata a otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. 

Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo, está esperando que pase algo. 
Se paralizan las actividades y de pronto a las dos de la tarde. 
Alguien dice: 
-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo? 
-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor! 
Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos. 

-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor. 
-Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor. 
-Sí, pero no tanto calor como ahora. 

Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: 
"Hay un pajarito en la plaza". 
Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito. 
-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan. 
-Sí, pero nunca a esta hora. 

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. 
-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy. 
Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve. 

Hasta que todos dicen: "Si este se atreve, pues nosotros también nos vamos". 
Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. 
Se llevan las cosas, los animales, todo. 

Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: "Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa", y entonces la incendia y otros incendian también sus casas. 

Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, le dice a su hijo que está a su lado: 
"¿Vistes mi hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?"












Gabriel García Marquez

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